
Eduardo Torres-Dulce Lifante
Crítico de Cine
JUEVES
17:00 horas – Proyección de la película
19:00 horas – Intervención del profesor
4 sesiones: 1,8,22 Y 29 de Junio 2023
Duración Total del Curso: 12 horas
Precio Socio: 110 euros
Precio: 150 euros
Posibilidad de asistir a Sesiones Individuales
1 Sesión Socio: 30 euros
1 Sesión: 40 euros
Modalidad Presencial
Detectives
Sir Alfred Hitchcock, un british hasta las cachas, no era nada partidario de adaptar al cine las novelas detectivescas clásicas, conocidas como whodunit, que ejemplifican el objetivo de esos relatos, descubrir al culpable, a quién cometió el crimen. Prefería los relatos en el que el escalofrío, de ahí la expresión thriller, el suspense narrativo, los meandros de complicaciones psicológicas fueran más importantes que saber quién cometió el crimen. El género detectivesco, al que se le han encontrado los más diversos antecedentes, como el Zadig de Voltaire, echó a andar en pleno siglo XIX, como un ejemplo más del positivismo, del cientifismo, del racionalismo y, en clara contradicción con éste, con los epígonos del romanticismo. El caballero Dupin, obra del genio de Edgar Allan Poe, con El misterio de la Morgue, abrió la espita del detective solitario de impecable lógica, misántropo, vencedor de policías rutinarios, mago invencible de los retos que plantean crímenes imposibles.
Su heredero natural, Sherlock Holmes, junto con su inseparable Dr. Watson, creados genialmente por la fértil mente de Conan Doyle, elevaron el arte de la inducción, tanto más que la deducción, como demostró Umberto Eco, a la máxima categoría literaria, creando unos tipos que, como en el caso de Don Quijote, adquirieron una vida propia ya para siempre.
Luego vinieron Poirot, Miss Marple, Lord Peter Wimsey, los doctores Thorndyke y Fell, y tanti tutti.
A 23 pasos de Baker Street, filmada con clásica precisión por Henry Hathaway en un espléndido cinemascope, retomamos el desafío de ver sin ver, pues un dramaturgo ciego debe resolver un acuciante misterio, en medio de un Londres siempre neblinoso e inquietante, que afecta a una conspiración criminal escuchada solo a retazos en un pub.
Finalmente Un crimen por hora es un inesperado John Ford que, nuevamente en Londres, sigue minuciosamente, con humos y complicidad, las tareas cotidianas de un detective de Scotland Yard, el inspector Gideon , tan perspicaz como profundamente humano.
Pero no seríamos justos si no concluyéramos nuestro periplo detectivesco con una excursión al cine negro inspirado en las novelas y personajes de Chandler y, en especial, el inolvidable Marlowe. Adiós, Muñeca, en manos de un Dirk Richards en estado de gracia, recrea evocadoramente L. A. en los 40, con ex boxeadores tan tronados como enamorados, hermosas mujeres, digamos que Charlotte Rampling, gente del hampa, jazz, baladas y un Robert Mitchum que encaja como un guante en el mito Marlowe.
Y si damos algunos pasos más en el declinante siglo XX, Robert Benton, un cineasta culto, clásico, revisita a un heredero de Marlowe, el vitalmente destartalado Harry Ross, en una suerte de inconfesada secuela de El largo adiós. El pasado, los crímenes de la pasión, la cercana muerte, unen inextricablemente a Harry y a los Ames, en un mortal juego de fintas, mentiras, pecados, amistad, amor y pasiones. Paul Newman, Susan Sarandon, Gene Hackman es un trío ganador para esa partida del pasado con el presente, que cuenta, además, con dos alfiles de lujo, los veteranos James Garner y Stockard Channing.
